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Martín me había quedado embobado mientras miraba cómo se marchaba de espaldas. Ahora parecía que
tenía más curvas que antes y que hacía más calor. Tenía su olor a un pegado, un perfume dulce. La
historia del cuñado la había calentado más de lo que debería. Era un tipo serio y aburrido,
y esa imagen era la que me debía dar. Miró a su alrededor y vio que los próximos estaban
bastante lejos. No les vería, no debía hacerlo, pero si lo hacía, nadie le vería, estaba seguro.